Javier Hernandez, «De los pies a la Cabeza» Periodista deportivo y nadador

Javier Hernandez, «De los pies a la Cabeza» Periodista deportivo y nadador
Javier Hernández nació sin brazos y con una dismetría en las piernas. A pesar de ello, entró en la Universidad Autónoma de Barcelona por nota de corte, se licenció en Comunicación Audiovisual y Periodismo y se convirtió en un gran periodista deportivo. Javier escribe en el teclado de su ordenador con los dedos de los pies a un ritmo de 220 pulsaciones por minuto. Siguiendo su pasión por el deporte, a los 29 años empezó a entrenar en las piscinas, lo que le llevó a conseguir 29 medallas en campeonatos de España (13 de oro) y el oro en 50 metros espalda en el Open de Berlín de 2012. Ese mismo año, Javier quedó finalista en los juegos Paralímpicos de Londres. Además, es el tercer europeo en conseguir el carnet de conducir con los pies.
Junto con Pablo Toboso y Alfonso Reyes, es fundador de la asociación De los pies a la cabeza cuyo fín es modernizar la visión global sobre/de las personas con diversidad de cualquier índole así como muscular la autoestima de esas personas. En fechas recientes realizamos una entrevista a Javier en la que pudimos conocerle un poco mejor:
Periodista de profesión, tecleas con los pies a una velocidad de 220 pulsaciones por minuto. ¿Cuándo aprendiste a hacerlo y cómo lo hiciste?
Con el teclado empecé en otoño del año 97, cuando inicié la carrera de Comunicación Audiovisual en la Universidad Autónoma de Barcelona, a la que logré acceder por note de corte y no por el cupo reservado para personas con más de un 65% de discapacidad. Tengo reconocido un 90%, al nacer sin brazos y con una pierna más corta que la otra. Y lo hice, simplemente, bajándolo al suelo y dedicándole mucho tiempo hasta que, varios meses después, pasé de no saber dónde estaba cada letra a ir escribiendo con cierta soltura. Cuatro años después, trabajaba en la redacción de Deportes de Heraldo de Aragón, al mismo ritmo que mis compañeros y con el mismo modelo de teclado y de ratón que ellos empleaban. Poniéndolos en el suelo, eso sí.
También campeón paralímpico: llegaste a una final tras solo tres años entrenando. ¿De dónde surgió el reto y por qué?
Nunca he sido campeón en nada y, aún menos, en unos Juegos Paralímpicos. Sí me clasifiqué como nadador para los de Londres 2012 y accedí a la final de los 50 metros espalda de mi categoría: S3. Quedé octavo y último, seguramente porque llegué a la cita con la novena mejor marca de todos los participantes y lo natural hubiese sido caer eliminado en semifinales. Obtuve un diploma como finalista por ello y es un diploma que no ha logrado nadie en el mundo… en las mismas circunstancias: empezando a entrenar con 30 años, lográndolo sólo tres años y medio más tarde, en una disciplina medular como la natación y cuando el deporte paralímpico entre las principales potencias del mundo -España no está entre ellas, por ahora- es absolutamente profesional. El reto surgió de mi relación vital con el deporte, desde niño me atrajo más que cualquier otra cosa y me permitió desarrollarme y socializar permanentemente. Me dedico al periodismo deportivo por ello y, llegó un instante, entre 2008 y 2009 que pensé en probarlo. Sabía que era un presunto imposible y que empezaba demasiado tarde, pero el fracaso nunca estuvo en no conseguirlo, sino en no intentarlo. Y si intentas cosas, alguna consigues.
Otro logro: eres el tercer europeo en conseguir el carnet de conducir conduciendo con los pies. ¿Cómo lo conseguiste?
La autoescuela Irrintzi, en Basauri (Vizcaya), trabaja desde hace casi tres décadas en la misión de que todas las personas, sean como sean y vivan con la realidad que vivan, puedan obtener el permiso oficial de conducir si, técnica y humanamente, es posible. Su empuje, sostenido por esta determinación y un taller propio, ha arrastrado incluso a la DGT de la provincia para, con alguna prueba de más y una mayor exigencia (120 clases prácticas, 2500 kilómetros…), que sea la primera en toda España que acceda a examinar y, si procede, aprobar. El primero fue, en 2011, el madrileño David Rivas. Yo lo conseguí en marzo de 2015. La técnica hay que aprenderla, porque son dos dispositivos que se bajan al suelo del conductor, uno para cada pie, pero es más o menos sencilla para quienes hemos educado a nuestro cerebro para que le dé a nuestros pies las mismas órdenes que el resto da a sus manos. Produje un documental del intento y posterior logro, rodado por el cineasta Marc Guanyabens, titulado ‘L de libertad’ y que ganó un par de Festivales, uno en Sevilla y otro en Palermo
Actualmente, das conferencias por toda España. ¿Cómo resumirías tu mensaje?
Llevo ya seis años con ellas y estoy muy contento. Ya he superado las 150, ante más de 25.000 personas, entre España, México, Uruguay y Argentina. Hemos recibido varios premios por ella y hasta un Doctorado Honoris Causa en Ciudad de México, en mayo de 2017. Se llama De los pies a la cabeza, porque invita a un viaje que parte de mis pies y pone rumbo a la cabeza… de todos los presentes. Es un mensaje muy potente porque no gravita en torno al conferenciante y su casuística, sino que revisa una serie de paradigmas sociales y proyecta varias reflexiones que convierten a cada asistente en el protagonista único de la conferencia. Y ahí, mirándonos cada uno dentro de nosotros, encontraremos la motivación necesaria. La motivación no está en admirar al otro; en el mejor de los casos, ahí hablaremos de inspiración. Pero la motivación, como la mayoría de respuestas a las preguntas y soluciones a los problemas, habitan dentro de cada uno de nosotros.
Está claro que eres el hombre de los retos. ¿Algún nuevo reto o aventura a la vista?
Los retos están sobrevalorados o, mejor dicho, mal enfocados. Tiene mucho más mérito llenar de contenido e intención constructiva todos los días de nuestra vida -o casi todos, al menos- que dar la vuelta al mundo patinando de espaldas, por decir una boutade. Yo intento cumplir ese reto diario y, haciéndolo, la vida te lleva donde ha de llevarte, tenga luego más o menos repercusión e impacto.
Si tuvieras delante a una persona con un gran sueño como los tuyos que tuviera que superar una dificultad como la tuya, ¿qué le dirías?
Creo que lo que nos tenemos que decir, nos lo tenemos que decir todos. Todos, no sólo el 10% de la Humanidad, el 100%, somos personas con discapacidad. Y no lo digo en un sentido poético. Lo afirmo desde la más absoluta prosa. La discapacidad no es diversidad funcional, ni capacidades diferentes, ni ningún otro buenismo que cuida el oído y descuida el progreso. Avanzaremos desde lo conceptual y el concepto próximo debe ser considerar la discapacidad como lo que es… Como una imperfección. Y como no ha nacido todavía el ser humano perfecto, ni se le espera, todos somos imperfectos y todos somos personas con discapacidad. En cuanto lo asumamos e interioricemos, en cuanto dejemos de conjugar la discapacidad en tercera persona y lo hagamos en primera, nos daremos cuenta de que no hay nada que integrar y sí hay mucho que convivir. Convivir todos con todos, seamos como seamos y tengamos las circunstancias y la realidad que a cada uno nos haya tocado, advirtiéndonos como complementos los unos de los otros y siempre como activos para nosotros mismos y para el conjunto. Porque el único colectivo que hay en realidad es el humano y, ante esto, lo único que nos podemos decir es que seamos responsablemente valientes para recuperar la certeza de que el futuro de todos depende de cada uno y, por ello, cada uno hemos de saberlo. De los pies a la cabeza, claro.
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